22 abr 2006

Francisco Azuela

Nace en México, 1948. Realizó estudios superiores en las Universidades de Guanajuato, Iberoamericana, UNAM y Panamericana de la Ciudad de México, y en las Complutense de Madrid y Laval de Québec. Fue candidato de la Academia Hondureña de la Lengua al Premio Internacional de Literatura Cervantes (1981). Es autor de: El tren de fuego (México, 1993), La parole ardente (Francia, 1993), Son las cien de la tarde (México, 1996), entre otros. Fue Director de la Biblioteca del Honorable Congreso de la Cámara de Diputados del Estado de Guanajuato (1991-1997). También fue Director General y fundador del Centro Cultural Internacional El Cóndos de los Andes - Aguila Azteca, A.C., con sede en la ciudad de Cochabamba (Bolivia, 1999). Desde el 2001, radica en la ciudad de La Paz (Bolivia), donde se desempeña como Responsable del Centro Integrado de Documentación e Información del Instituto Internacional de Integración del Convenio Andrés Bello. En febrero de 2006, las Embajadas de Francia, Brasil, España y México en Bolivia, presentaron el CD-ROM "Le printemps des Poètes" (La primavera de los poetas), material editado en alemán, aymara, español, francés, inglés y portugués.







Al poeta Humberto Garza,
Amigo de la honda y profunda claridad.

La historia antigua es como un hilo,
se rompe, se quiebra y se consume.

¿En dónde están los rostros, las voces,
los mascarones de estuco ?

En estos siglos de silencio
se ha perdido el canto del colibrí.

Los mascarones están en Kalasasaya
y en el Palacio de Monte Albán,
los portones megalíticos,
gemelos,
los códices insepultos,
el recuerdo, los sueños,
los rumores, la luz,
la otra luz.

No se ha perdido la estrella que ilumina el alba,
ni el corazón del hombre
dibujado en la cordillera
con sus nieves en flor.

La tierra guarda sus secretos
y el humo de las palabras hace círculos en el horizonte.

Un cóndor,
una águila azteca,
el fuego consume la oscuridad.

Hablar a la sangre,
al pueblo indoamericano,
latinoamericano,
hispanoamericano,
al mundo prehispánico.
Hablarle a la otra sombra,
hoy es agosto para siempre,
para toda la vida,
los augurios,
ayer fue el eco,
el sonido se repite,
otra vez aparece el viento de la tarde,
esa delgada sombra con sus manos abiertas.

Otra vez el reflejo y el llanto,
una lágrima cae en el filo de la espada
como un remordimiento.

Pesa el pasado
y pesa la hora como un siglo de desdichas.

Vuelve a amanecer,
el tiempo trae nuevas auroras,
el canto del colibrí renace
y la estrella se oculta tras la colina.

Se oye de nuevo la voz antigua sin reclamos,
la alegría y la tristeza se armonizan,
el agua envenenada desaparece,
la tierra ha florecido de una manera diferente,
el águila azteca-zapoteca de Monte Albán y Teotihuacan
rompe los aires del espacio y del tiempo
y se encuentra con el cóndor en Tiwanaku
en un vuelo de luces sobre el arcoiris.



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