22 ago 2011

SERGIO GARECA, EL POETA MENOS ORUREÑO QUE SE CONOCE / Juan Carlos Ramiro Quiroga

Conozco el límite de mi encierro.
Sergio Gareca

1. La poesía de Sergio Gareca  (Oruro, 1983) tiene un éxito indescriptible en los reducidos ambientes de la lectura de poesía tanto de Oruro como de La Paz. Se parece mucho a unos fuegos artificiales en el cielo de Oruro y a una bengala en el cielo de La Paz. Azoro y expectativa producen sus poemas. Una imagen encendida que se queda pegada a las pupilas perdurablemente.

2. Quizás desde que fuera descubierto por la revista de poesía y otras escrituras del entre acá “Mar con soroche” en marzo de 2009 (Santiago-La Paz), que difundió a modo de epígrafe el hasta entonces inédito Croema, la poesía de Sergio Gareca ha recorrido vertiginosamente un ámbito no acostumbrado a los cambios imprevistos, sino a la dificultad y cierto recelo con el iniciado en los trabajos verbales. Y su iniciación ha sido deslumbrante, con un lenguaje no-lenguaje a la altura de la efervescencia poética internacional. Me refiero a Bostezo de serpiente infinita. Poesía visual (2009), libro casero con el que Gareca se coloca a años luz de la tradición poética de Oruro.

3. Después de Edwin Guzmán Ortiz, un orureño de ralea, o después de Eduardo Nogales Guzmán, el más orureño de los poetas con vida, o después de Benjamín Chávez, Premio Nacional de Poesía 2006, además orureño de paso, Sergio Gareca es el poeta menos orureño que se conoce. Paradójicamente, por obra y gracia de su vocación poética que lo trasciende, es el poeta más nacional e internacional que ha arrojado el puerto seco de Bolivia.

4. Inconfundible en ese salto poético, la de Sergio Gareca no tiene correspondencia con ninguna de las poesías creadas en Oruro. Salvo consigo mismo,  su poesía se abre paso como una veta de estaño, con una alta pureza verbal que empieza a ser celebrada no sólo en ciudades de Santiago de Chile, sino en La Paz, en Oruro, y en Santa Cruz de la Sierra.

5. ¿Quién es Sergio Gareca? Un gran lector de su propio yo y su circunstancia. Alguien que podría hallar poesía en alguna vocal, en un perro vagabundo, o en cierto moscardón. Un personaje que fácilmente podría vestir  la negra certidumbre del tedio, o jugar un carnaval a su propia medida y paso, con la única máscara soportable en los socavones de la angustia –la Diablada.

6. No lo digo en broma ni mucho menos, pero Sergio Gareca es una sátira salida de las epístolas de Horacio que no sólo da un tranco poético (de caporal negrero), sino dos, tres, cuatro y cinco coces verbales en un círculo al parecer rubricado por la poquedad creativa, la seriedad asfixiante, y una fertilidad aparente. Así, el joven poeta de Oruro hace trizas la sentencia de caras vemos, corazones no sabemos.

7. Como la de Carito Hoz de Vila o como la de Jessica Freudenthal, la poesía de Sergio Gareca está cargada de esa felicidad del lenguaje contemporáneo, que a veces no es mera libertad ni mero libertinaje, sino gracia poética de género con la que se podría crear zombies plásticos y simpáticos, o caperucitas rojas que visten mariquitas con rostro de lobo.

8. Acaso Mirador (2011), que ahora es dueño el Grupo Editorial La Hoguera, no es el mejor libro de Sergio Gareca, pero sí el más simpático. Llega justo, después que el autor ha sido merecedor del premio nacional de poesía “Poetas Jóvenes de Bolivia” que fue otorgado por la fundación Pablo Neruda de Chile y la Cámara Boliviana del Libro por el libro Transparencia de la sangre (2010).

9. Casi una antología personal, Mirador funciona como un tendedero, adonde el autor saca los trapos al aire para que el lector, acaso fingidor y nunca inocente, encuentre posiblemente unos agujeros en el calcetín, algunas hilachas en la camisa, ciertos remiendos en el pantalón, pero también –si mira atentamente– el vellocino de oro en la “Pequeña acción militar con fondo musical wagneriano” y en la “Relación de un ser superior”.


Texto leído por Juan Carlos Ramiro Quiroga en el acto de presentación del libro "Mirador", de Sergio Gareca, en la XVI Feria Internacional del Libro 2011 (La Paz).

31 jul 2011

TIEMPO DE SIRENAS: UN RITUAL DE ENCANTAMIENTO / Carito Hoz de Vila

El canto de las sirenas siempre fue un misterio. Desde el principio de la vida ha sido perdición de marineros y héroes. Su belleza confundía hasta la plenitud y enloquecía los oídos. Escucharlas era sumirse en un trance, donde uno se exponía al peligro de morir, en un mar sin escape. Escribir es un acto similar de delirio: navegar en una incertidumbre, donde más se tiende a perder que a ganar. Exponerse a un azar, en la marea de un papel en blanco, es crear: el riesgo de dar vida a mundos prohibidos.

Adriana Lanza en su última obra, Tiempo de sirenas explora la travesía de hacer poesía, en una casa de “señales insólitas” como lo es la escritura, donde la palabra salva mundos de la muerte, y trae conocimientos de un más allá, sin saber a ciencia cierta qué  consecuencias traerá. Escribir es un acto de brujería. El peligro nace en esa curiosidad de crear y tocar la arcilla de lo desconocido. “Dejemos de lado las ideas de los cuerpos para postrarnos ante las sombras.” La poeta, al husmear historias, seres y emociones que permanecen intactos en la dimensión de sus sueños, se enfrenta a un despertar violento de la consciencia universal. El canto de sus palabras, al igual que el canto de las sirenas, se introduce a un mar de revelaciones aniquiladoras. Habitando las profundidades de su imaginación, estas sirenas arrastran fuerzas sobrenaturales, con el sólo acto de su invocación. Las palabras son un conocimiento que embellece y  desconcierta a la vez. La poeta viaja en ellas, se lanza a la aventura de llamarlas, escuchándolas y se pierde en sus fantasmas.

 “Algo te nacerá si apuntas al laberinto de la oreja /sin zurcido posible, /como cualquier otro hueco del cuerpo.” La iluminación trae el horror, cuando no está preparada para descubrir secretos de otros mundos, y poder manejarse con soltura entre ellos. Quizás porque hacerse preguntas es el delito de enojar al destino. “Te completas reviviendo el pasado/ cuando sin un pelo de hambre/miraste lo que no sabías./ Y te mostró colmillos.” Aún así, Adriana se introduce en la máquina del tiempo, presiona el teclado y viaja por las letras de su cuerpo y de todos los mundos. Adriana o Ariadna, al igual que una tejedora, se atreve a indagar en la tela de un Dios ilegible, para saber un poco quién  es y de qué está hecha en su origen. Esto la hará más a fin al mundo y la certeza de vivir. “El juego entre ser antigua y actual, /adolecer por estar prendida al mundo.” Su canto es la invocación sagrada al canto de un Diosa, la poesía, que en su forma de sirena, enloquecerá a Dios y lo hará hablar en una belleza incomprensible y total. “Muéstrate tal y como quieras, una más en la neblina de tu tiempo nuevo, /sumergida con cuerpo de sirena cantándole a Dios para enloquecerlo.”

El personaje de la sirena lo encarna a la vez esta poeta, en tanto bruja, mitad animal marino y  mujer terrestre, mitad ninfa y ama de casa, viviendo el conflicto de una doble vida, entre la realidad y el sueño; entre ser mujer que responde por sus obligaciones sociales como madre y trabajadora, o ser la diosa del arte, la loca y rebelde, que en sus visiones de poeta trastoca los principios de la vida. Entre ser común y corriente o una criatura mítica, transcurrirá su dilema, que sólo se resolverá con la fusión de estas dos identidades y la reconciliación de su oscuridad con su luz. Así, una galería de monstruos y seres mitológicos irán saliendo y entrando de su boca, una y otra vez, y poniendo en crisis sus debilidades y fortalezas. La escritora se expondrá a los demonios de su creación, en un ritual que partirá de la invocación, llegará al diálogo, luego al grito (desahogo) y desembocando en el silencio, encontrará su sanación. “Escribir sólo te salva./ Desflora la presencia que te ampara. /Tradúcela en iluminaciones pendientes/ de tus ojos a miradas antiguas.” 


Tiempo de sirenas
Te nombro diosa porque te hice una corona, brillante, esmerilada. No sé cómo invocarte si no es con ofrendas. Lo superficial me trasciende, me desmorona. No aparecen todas las voces en mi garganta. Cada uno canta como le viene, sintiéndose menos,  jurándose más en la esfera. Siempre solo escucha su I- Pod y entra en sí mismo. Ni el más ateo olvida a dios. Escribir con los dedos en vez del alma, es la mejor manera de tocarte mi reina. Hacer tus formas voluptuosas o ridículas. Pero que seas tú con lamentos y festejos en la soledad. Muéstrate tal y como quieras, una más en la neblina de tu tiempo nuevo, sumergida con cuerpo de sirena cantándole a Dios para enloquecerlo.

 
Adriana Lanza nació en La Paz Bolivia el 2 de noviembre de 1978. Estudió en la Carrera Experimental de Arte Mención Literatura en la Universidad Católica Boliviana. Realizó una Maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad Mayor de San Andrés. Publicó los libros Primer alumbramiento (Ofavim 2005), Libro de armar ( Preview Gráfica 2009) yTiempo de sirenas (Gente Común, 2011).

15 abr 2011

UNIDAD VARIABLE. BOLIVIA - ARGENTINA. POESÍA ACTUAL / antología

El próximo sábado, 23 de abril a las 21:00 en la Sala Domingo Faustino Sarmiento - 37 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (La Rural, Predio Ferial de Buenos Aires: Avda. Sarmiento 2704) se presentará el libro "Unidad variable. Bolivia - Argentina. Poesía actual" editado por Grupo Editorial La Hoguera (Bolivia).

Unidad variable es una antologría que propone hermandad, paridad poética boliviano-argentina. Albricias por el gesto que, ojalá, abra caminos, espirituales y físicos. A partir de esta iniciativa de unidad, que es variable y que porta como mínimo dos caras, se ofrece una muestra de la poesía actual, de la poesía que está haciéndose, a través del foco puesto sobre algunos hitos de ese hacerse. Esta selección tiene el mérito de representar un panorama amplio, no ceñido a tendencias, a grupos de amistad ni a medio alguno de difusión.  Marimé Arancet Ruda
La metáfora "unidad variable" retrotraída al contexto boliviano, tiene su grado de justeza. En estas latitudes nunca se vivió en pos de una troncal única e inamovible. La poesía en Bolivia, para empezar, nunca justificó que la experiencia y el oficio de escribir deban medirse al interior del espacio donde se bate la lengua de un poeta, es decir, en el mero egoismo de su circunstancia. Al contrario, anunció siempre que el lugar desde el cual una lengua se hace única y, por qué no, particularmente universal, es el verdadero espacio donde se hace posible el "tránsito infernal maravillado" del poeta hacia su sana dispersión y descalabro lingüístico. Pues esa lengua, acaso esta misma que escribe ahora, descubre su rasgo en el acto mismo que precisamente gana de unario y de poiesis, más allá de todo ideal de tradición. Rodolfo Ortiz 
Selección y recopilación: Laura R. Martínez
Prólogos: Rodolfo Ortiz y Marimé Arancet Ruda

Autores antologados: Joaquín Giannuzzi, Héctor Borda, Pedro Shimose, Jesús Urzagasti, Hugo Mujica, Santiago Sylvester, Matilde Casazola, Eduardo Mitre, Paulina Vinderman, Daniel Freidemberg, Nicomedes Suárez, Diana Bellessi, Jorge Paolantonio, Javier Adúriz, Jorge Aulicino, Humberto Quino Márquez, Mirta Rosenberg, Juan Carlos Orihuela, Jorge Campero, María Teresa Andruetto, Gary Daher, Cé Mendizábal, Dolores Etchecopar, Marcia Mogro, Susana Villalba, Juan Cristóbal Mac Lean, Susana Cella, Vilma Tapia, Juan Carlos Ramiro Quiroga, Fabián Casas, Marcelo Villena, Paula Jiménez, Enrique Solinas, Andi Nachón, Benjamín Chávez, Mónica Velásquez, Santiago Llach, Gabriel Chávez, Paura Rodríguez, Romina Freschi. 
Argentina y Bolivia comparten un espacio fronterizo. Un lenguaje del acá y otro del allá se encuentran y evidencian conexiones y divergencias. Promover el encuentro, tejiendo relaciones para generar diálogos, es colaborar a ampliar el ancho y la permeabilidad de la frontera, naturalizando el intercambio. Para eso que esta edición tiene voluntad, para trascender el proyecto editorial y convertirse en parte del proceso. Laura R. Martínez
 

2 abr 2011

"EL DESPLOMAR DE SÍLABAS EN EL VACÍO" / Jessica Freudenthal

Desde el título, el poemario de Guillermo-Augusto Ruiz nos propone un juego, un enigma. Es un “libro de poemas”, ganador de una mención de honor en el Yolanda Bedregal, titulado Prosas Sacras.

La poesía se constata o verifica como “género” en el acto de lectura, en la relación con cada lector. Además, en algún momento se otorgó a la poesía un carácter sagrado, incluso “espiritual”. Contrapuesta a la “prosa”, ligada a “lo prosaico”, como dice el DRAE: col. Verborrea excesiva para expresar ideas banales y sin importancia. Aspecto de la realidad más vulgar o más lejano del ideal.

Pero son justamente estas afirmaciones las que este libro cuestiona. Pretender que hoy en día hay “géneros puros” es absurdo. Como decía Blanchot: "La literatura no soporta ya la distinción de los géneros y necesita romper esos límites". Citándolo nuevamente: "Un libro ya no pertenece a un género, todo libro remite únicamente a la literatura". Eso plantea el libro desde la tensión de su título: Prosas Sacras (un libro de poemas).

Este es un libro de relaciones dialécticas, tensiones constantes.

La primera tensión es la del silencio (llamémosle gráficamente espacio en blanco de la hoja) y el de la palabra (gráficamente expresadas por las palabras escritas en el papel). Así en el primer texto, “Elogio de la Hidra”, la voz poética enuncia:

Una gota de tinta con la cual empezar el mundo.

Esa gota que será tinta, que será sangre, que será mancha. Infinitas cabezas de lo monstruoso, aquello que debe mostrarse para ser, igual que la escritura.

Esta tensión entre el silencio –palabra, página en blanco– y la escritura, nos lleva a la tensión oximorónica y dialéctica de “lo claro y lo oscuro”. Y el poema que continúa se titula justamente de esa manera: Claroscuro, donde se reflexiona sobre la propia palabra, en una escritura metalingüística que juega como un vaivén de olas en el papel. Otro título que pone en evidencia esta tensión es "Transparencia del negro", texto que aparenta por su disposición en la página ser más cercano a la prosa.

En esta escritura de tensiones y dialécticas, no podía faltar la dialéctica vida - muerte que recorre todo el libro, fluye a través de él como un río. Y es justamente la imagen del río y la importancia del agua como elemento de vida/muerte la que se repite constantemente en el poemario. Esta metáfora es ya una metáfora clásica en la literatura, retomada en Prosas Sacras:

Porque todos somos
–Sangre y sueños sin fin–
Del silencio y el tiempo.

Porque todos somos
–Vida y muerte enlazadas–
El silencio y el tiempo.

El libro nos muestra la escritura como lluvia horizontal, un río: la noche fluye, la ciudad fluye, el agua es tinta… Y todo es escritura posible.

La nieve es la página en blanco, el río es escritura (mancha sin tintero), las hojas de los árboles son hojas de papel:
Hojas que danzarán la danza macabra con la muerte, esa danza bellísima que evoca vida y se dirige directamente hacia el fin.

"Ugly is as holy as beuty", citará el autor a Ginsberg para decir que “lo feo es tan sagrado como lo bello”, para confirmar su escritura dialéctica de aquello SACRO que confronta dos universos, dos mundos, dos formas de pensamiento.

En todo el texto, se da forma visible a la tensión entre el silencio y la palabra. El espacio en blanco como un silencio profundo. Recordándonos a Pizarnik, donde no sólo el vacío de la página representa al silencio, sino la utilización de conceptos opuestos, la contradicción, relaciones oximorónicas, porque la contradicción puede anular dos sentidos, pero también permite que el desplazamiento semántico dé lugar al silencio.

Casi al final del libro, las tensiones se resumen, las relaciones dialécticas alcanzan su mayor expresión en un incendio:

La vida la poesía

Es la leche de la noche.
Es la lluvia del alma en el hondo espejo de la muerte.
Es el manar de las palabras, del silencio
Que gotea en el cuenco de las manos.
Y todo es un incendio.

La vida la poesía es una leche de la noche, una leche blanca pero manchada por la oscuridad de la noche. Es una lluvia del alma (vida), una lluvia clara, pero que se refleja en el hondo espejo de la muerte.

La vida de la poesía es el manar de las palabras, palabras que salen desde el silencio, que son del silencio, palabras lluvia/ palabras agua que gotean en el cuenco de las manos. Y donde, para concluir, TODO ES UN INCENDIO.

Quizás los poemas en prosa eran una rareza en tiempos de Baudelaire y Bertrand, pero bien sabemos que el problema del lenguaje es justamente el de sus transformaciones, a todo nivel.

El fuego limpia, pero deja el tizne de las cenizas. Este libro se quema a sí mismo, para levantarse de sus propias cenizas.

O en las palabras del poeta:

Poesía, digo, y se oye un desplomar
De sílabas en el vacío

No hemos resuelto el enigma, vagamos entre prosa, entre poesía, entre prosa poética, relato, caligramas, poesía visual… La esfinge nos traga, y nos devuelve todas las posibilidades de lectura, los ilimitados límites de los “géneros” literarios.

27 feb 2011

SEGUNDO FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA BOLIVIA

Del 14 al 20 de marzo se llevará a cabo la nueva versión del Festival Internacional de Poesía Bolivia. Las sedes en esta oportunidad serán las ciudades de La Paz, Oruro y Cochabamba.

Los organizadores, Rubén Vargas, Edwin Guzmán Ortiz y Benjamín Chávez, están cerrando el programa que será publicado en los próximos días.

Para más información pueden visitar el blog del festival