2 abr 2011

"EL DESPLOMAR DE SÍLABAS EN EL VACÍO" / Jessica Freudenthal

Desde el título, el poemario de Guillermo-Augusto Ruiz nos propone un juego, un enigma. Es un “libro de poemas”, ganador de una mención de honor en el Yolanda Bedregal, titulado Prosas Sacras.

La poesía se constata o verifica como “género” en el acto de lectura, en la relación con cada lector. Además, en algún momento se otorgó a la poesía un carácter sagrado, incluso “espiritual”. Contrapuesta a la “prosa”, ligada a “lo prosaico”, como dice el DRAE: col. Verborrea excesiva para expresar ideas banales y sin importancia. Aspecto de la realidad más vulgar o más lejano del ideal.

Pero son justamente estas afirmaciones las que este libro cuestiona. Pretender que hoy en día hay “géneros puros” es absurdo. Como decía Blanchot: "La literatura no soporta ya la distinción de los géneros y necesita romper esos límites". Citándolo nuevamente: "Un libro ya no pertenece a un género, todo libro remite únicamente a la literatura". Eso plantea el libro desde la tensión de su título: Prosas Sacras (un libro de poemas).

Este es un libro de relaciones dialécticas, tensiones constantes.

La primera tensión es la del silencio (llamémosle gráficamente espacio en blanco de la hoja) y el de la palabra (gráficamente expresadas por las palabras escritas en el papel). Así en el primer texto, “Elogio de la Hidra”, la voz poética enuncia:

Una gota de tinta con la cual empezar el mundo.

Esa gota que será tinta, que será sangre, que será mancha. Infinitas cabezas de lo monstruoso, aquello que debe mostrarse para ser, igual que la escritura.

Esta tensión entre el silencio –palabra, página en blanco– y la escritura, nos lleva a la tensión oximorónica y dialéctica de “lo claro y lo oscuro”. Y el poema que continúa se titula justamente de esa manera: Claroscuro, donde se reflexiona sobre la propia palabra, en una escritura metalingüística que juega como un vaivén de olas en el papel. Otro título que pone en evidencia esta tensión es "Transparencia del negro", texto que aparenta por su disposición en la página ser más cercano a la prosa.

En esta escritura de tensiones y dialécticas, no podía faltar la dialéctica vida - muerte que recorre todo el libro, fluye a través de él como un río. Y es justamente la imagen del río y la importancia del agua como elemento de vida/muerte la que se repite constantemente en el poemario. Esta metáfora es ya una metáfora clásica en la literatura, retomada en Prosas Sacras:

Porque todos somos
–Sangre y sueños sin fin–
Del silencio y el tiempo.

Porque todos somos
–Vida y muerte enlazadas–
El silencio y el tiempo.

El libro nos muestra la escritura como lluvia horizontal, un río: la noche fluye, la ciudad fluye, el agua es tinta… Y todo es escritura posible.

La nieve es la página en blanco, el río es escritura (mancha sin tintero), las hojas de los árboles son hojas de papel:
Hojas que danzarán la danza macabra con la muerte, esa danza bellísima que evoca vida y se dirige directamente hacia el fin.

"Ugly is as holy as beuty", citará el autor a Ginsberg para decir que “lo feo es tan sagrado como lo bello”, para confirmar su escritura dialéctica de aquello SACRO que confronta dos universos, dos mundos, dos formas de pensamiento.

En todo el texto, se da forma visible a la tensión entre el silencio y la palabra. El espacio en blanco como un silencio profundo. Recordándonos a Pizarnik, donde no sólo el vacío de la página representa al silencio, sino la utilización de conceptos opuestos, la contradicción, relaciones oximorónicas, porque la contradicción puede anular dos sentidos, pero también permite que el desplazamiento semántico dé lugar al silencio.

Casi al final del libro, las tensiones se resumen, las relaciones dialécticas alcanzan su mayor expresión en un incendio:

La vida la poesía

Es la leche de la noche.
Es la lluvia del alma en el hondo espejo de la muerte.
Es el manar de las palabras, del silencio
Que gotea en el cuenco de las manos.
Y todo es un incendio.

La vida la poesía es una leche de la noche, una leche blanca pero manchada por la oscuridad de la noche. Es una lluvia del alma (vida), una lluvia clara, pero que se refleja en el hondo espejo de la muerte.

La vida de la poesía es el manar de las palabras, palabras que salen desde el silencio, que son del silencio, palabras lluvia/ palabras agua que gotean en el cuenco de las manos. Y donde, para concluir, TODO ES UN INCENDIO.

Quizás los poemas en prosa eran una rareza en tiempos de Baudelaire y Bertrand, pero bien sabemos que el problema del lenguaje es justamente el de sus transformaciones, a todo nivel.

El fuego limpia, pero deja el tizne de las cenizas. Este libro se quema a sí mismo, para levantarse de sus propias cenizas.

O en las palabras del poeta:

Poesía, digo, y se oye un desplomar
De sílabas en el vacío

No hemos resuelto el enigma, vagamos entre prosa, entre poesía, entre prosa poética, relato, caligramas, poesía visual… La esfinge nos traga, y nos devuelve todas las posibilidades de lectura, los ilimitados límites de los “géneros” literarios.

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