"unidad variable" es un libro que reúne destacados poetas argentinos y bolivianos en una edición realizada por Editorial La Hoguera, de Santa Cruz de la Sierra. el mismo se distribuye en librerías de Santa Cruz, La Paz, Cochabamba y en las librerías de Buenos Aires que figuran en el margen derecho de este blog.
"A DESALAMBRAR... A DESALAMBRAR" / NÉSTOR COLÓN
Un libro. Un solo libro que, con su sola presencia, viene
a evidenciar la escasa política de distribución editorial que aqueja a
la literatura en nuestro continente. Si bien “Unidad variable”
no pretende llenar semejante vacío, sí cumple con revelar esa gran
incógnita que significa la lírica boliviana para el imaginario
argentino.
Como señala la compiladora, Laura R. Martínez (periodista y
editora), “Unidad variable” no participa de un criterio antológico en su
vertiente más teórica, más bien se instala como una muestra de la
poesía escrita en Bolivia y Argentina que aborda varios espacios y
propuestas de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad.
La generosa selección, que incluye 20 poetas de cada lado de la
frontera, tiene el mérito de no ceñirse a ninguna corriente estética en
particular. Así es posible abordar la obra de escritores de reconocida
trayectoria y variado registro como Joaquín Giannuzzi, Hugo Mujica o
Diana Bellesi, junto a representantes de generaciones más jóvenes, por
caso Fabián Casas, Andi Nachón o Romina Freschi. Del lado boliviano,
Pedro Shimose, Jesús Urzagasti o Humberto Quino Márquez, todos de
abultada obra, comparten con el desenfado de Gabriel Chávez Casazola,
Mónica Velásquez o Benjamín Chávez.
Es para destacar, también, que otro de los presupuestos que han
servido de base a esta propuesta editorial haya sido que todos los
autores, salvo dos fallecidos, estén produciendo al momento de
concretarse el proyecto. No es un dato menor si consideramos que dicha
condición propicia una zona de potencial intercambio entre dos
literaturas en permanente movimiento. Siguiendo a Deleuze, si “escribir
es un asunto de devenir, siempre inacabado, siempre en curso…” podemos
decir que “Unidad variable” contribuye a generar una zona de franca
vecindad que comienza a materializarse entre los poetas y eventos
literarios de ambos países.
El trabajo se completa con dos prólogos, escritos por Rodolfo Ortiz
(Bolivia) y María Arancet Ruda (Argentina), quienes hacen las
introducciones cada uno con un estilo completamente diferente (hasta en
eso se valida el título) de las literaturas de sus respectivos países.
Todo libro (al menos en su versión tradicional), además de su
contenido, permite reconocer un continente: un objeto. “Unidad
variable”, como tal, se presenta como uno prolijamente terminado,
deseable. Editado por La Hoguera, editorial boliviana, bajo su sello La
Mancha, cuenta con una llamativa tapa diseñada por Marcelo Santorelli y
su interior, en excelente papel bond Chambril brasilero, color beige,
muy grato a la lectura.
La muestra estrictamente poética abre, a modo de invitación, con Uvas Rosadas,
poema de Joaquín Giannuzzi: “Este breve racimo / de uvas rosadas
pertenece / a otro reino… “ Sólo nos resta dejarnos tentar, ingresar a
ese otro reino: el de la literatura compartida. Tan parecido a aquel
postulado por María Elena Walsh, el del revés, en el que todo puede
suceder; en el que, finalmente, la unidad puede reconocerse variable.
Reseña publicada en el blog de la librería virtual "A cien metros de la orilla"
ESCAPARATE CULTURAL / RESEÑA
Promover
el encuentro. Ésta es la premisa y el resultado de la antología
Unidad variable, una selección de poesía actual de Bolivia y Argentina
que reúne a 40 autores, bajo el sello del Grupo Editorial La Hoguera. La
antología fue realizada por la periodista argentina Laura Martínez y
contiene prólogos de Marimé Arancet Ruda, literata argentina, y
Rodolfo Ortíz, crítico literario boliviano.
Resulta importante resaltar algunos rasgos de publicaciones de este tipo y, en particular, de esta antología. Primero, cabe anotar la voluntad que vendría a cruzar esta iniciativa y a confirmarla como productiva en los contextos literarios de Bolivia y Argentina. Como espacios de encuentros de divergencias y lugares compartidos, una antología es ante todo la apuesta por un panorama que tenga a bien poner sobre la mesa aquello que merece detenimiento. Si tomamos la máxima de Italo Calvino que encuentra en el estante la imagen de la literatura como espacio de convergencias, continuos acomodamientos e infinitas articulaciones de signos, la antología viene a configurar la miniaturización de esta voluntad por el contagio: no hay en ella sino ganas de buscar y encontrar el placer en la diferencia, no de la inclusión o el despojo, sino aquella que define con más angustia la volunta del lector. No es posible leerlo todo, pero sí es demandante encontrar en el eco del otro, del todo puesto en diálogo, los sonidos de la letra propia.
Entonces, si de compartir en el contagio y disminuir las distancias se trata, Unidad variable logra sus objetivos. El panorama de la poesía boliviana que se presenta es amplio: el subtítulo de la publicación –Poesía actual Bolivia-Argentina– no se refiere a la poesía de nuevos autores y nuevas generaciones, sino que articula varios espacios y propuestas de la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Así, hallan lugar en esta edición las obras de Humberto Quino, poeta boliviano que publica desde la década de los 70, Mónica Velásquez, que comienza a publicar en los 90, el tarijeño Jesús Urzagasti y la chuquisaqueña Matilde Cazasola, figuras consagradas de la literatura y cultura bolivianas.
Por otra parte, la antología viene a llenar parcialmente un espacio vacío en la tradición literaria boliviana. Varios de los autores que incluye forman parte de una generación que no aun no ha sido demasiado estudiada: la generación de poetas nacidos en las décadas de los 60 y 70 que empiezan a escribir después de instaurado el régimen democrático, en 1983. Como lo revelara la antología, Cambio climático. Panorama de la joven poesía boliviana (La Paz, 2009), que centra su estudio en poetas nacidos entre 1987 y 1976, hay una serie de nombres importantes y consolidados en la poesía nacional antes de lo que podría denominarse la nueva generación. Las obras de Benjamín Chávez, Mónica Velásquez y Paura Rodríguez, entre otros (los tres incluidos en Unidad variable), encuentra una primera atención en Unidad variable, que realiza la primera tarea para el estudio que estas obras demandan. Que la antología abra las brechas para pasar del encuentro al estudio, es cuestión, en primer lugar, de quienes la leen.
Tampoco podemos dejar de señalar el gesto que caracteriza con más intensidad a esta antología: el cruce de dos tradiciones poéticas distintas. Aunque la poesía es, al menos en nuestro medio, uno de los géneros que más se publica (lo que no es lo mismo que decir el género que más se promueve), poco podemos arriesgar si se trata de vernos como lectores de poesía. En Bolivia no se lee poesía, y esto no es novedad. En este contexto, donde las políticas de fomento a la lectura son casi nulas, es todavía más complicado hablar de poesía argentina, aún considerando que ésta no es una literatura completamente alejada de la nuestra. Así, encontrar las obras de los argentinos Hugo Mujica, Joaquín Giannuzzi, Diana Bellessi, Javier Adúriz, Jorge Aulicino y Daniel Freidemberg, junto a los más recientes Santiago Llach y Enrique Solinas, entre otros, es definitivamente un aporte que puede sugerir muchas lecturas en contraste con la poesía boliviana.
No está demás volver al apunte inicial, la imagen del estante que se materializa en la antología que arriesga dibujar las confluencias de escrituras, en este espacio, felizmente acomodadas lado a lado. Moviendo los libros de esta estantería real, que no imaginaria (nada lo es si de escribir leyendo se trata), encontrarse con una iniciativa de estas características es casi insólito. Por qué apostar por la poesía cuando nadie la lee, por qué arriesgarse en ella, en dos ámbitos pares pero no equivalentes. Que la respuesta sea la lectura y que el goce que no sea de pocos.
La antología Unidad variable ha sido presentada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en abril de 2011, y en las ferias de Santa Cruz de la Sierra, La Paz y Cochabamba. Ya está disponible en las librerías de Escaparate Cultural.
Poetas incluidos
BOLIVIA: Paura Rodríguez, Gabriel Chávez Casazola, Benjamín Chávez, Mónica Velásquez, Juan Carlos Ramiro Quiroga, Vilma Tapia, Juan Cristóbal Mac Lean, Cé Mendizábal, Gary Daher, Jorge Campero, Juan Carlos Orihuela, Humberto Quino Márquez, Eduardo Mitre, Marcelo Villena, Marcia Mogro, Matilde Casazola, Nicomedes Suárez, Jesús Urzagasti, Héctor Borda y Pedro Shimose.
ARGENTINA: Romina Freschi, Santiago Llach, Andi Nachón, Enrique Solinas, Paula Jiménez, Fabián Casas, Susana Villalba, Susana Cella, Dolores Etchecopar, María Teresa Andruetto, Mirta Rosenberg, Jorge Aulicino, Javier Adúriz, Jorge Paolantonio, Diana Bellesi, Daniel Freidemberg, Paulina Vinderman, Santiago Sylvester, Hugo Mujica y Joaquín Giannuzzi.
Resulta importante resaltar algunos rasgos de publicaciones de este tipo y, en particular, de esta antología. Primero, cabe anotar la voluntad que vendría a cruzar esta iniciativa y a confirmarla como productiva en los contextos literarios de Bolivia y Argentina. Como espacios de encuentros de divergencias y lugares compartidos, una antología es ante todo la apuesta por un panorama que tenga a bien poner sobre la mesa aquello que merece detenimiento. Si tomamos la máxima de Italo Calvino que encuentra en el estante la imagen de la literatura como espacio de convergencias, continuos acomodamientos e infinitas articulaciones de signos, la antología viene a configurar la miniaturización de esta voluntad por el contagio: no hay en ella sino ganas de buscar y encontrar el placer en la diferencia, no de la inclusión o el despojo, sino aquella que define con más angustia la volunta del lector. No es posible leerlo todo, pero sí es demandante encontrar en el eco del otro, del todo puesto en diálogo, los sonidos de la letra propia.
Entonces, si de compartir en el contagio y disminuir las distancias se trata, Unidad variable logra sus objetivos. El panorama de la poesía boliviana que se presenta es amplio: el subtítulo de la publicación –Poesía actual Bolivia-Argentina– no se refiere a la poesía de nuevos autores y nuevas generaciones, sino que articula varios espacios y propuestas de la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Así, hallan lugar en esta edición las obras de Humberto Quino, poeta boliviano que publica desde la década de los 70, Mónica Velásquez, que comienza a publicar en los 90, el tarijeño Jesús Urzagasti y la chuquisaqueña Matilde Cazasola, figuras consagradas de la literatura y cultura bolivianas.
Por otra parte, la antología viene a llenar parcialmente un espacio vacío en la tradición literaria boliviana. Varios de los autores que incluye forman parte de una generación que no aun no ha sido demasiado estudiada: la generación de poetas nacidos en las décadas de los 60 y 70 que empiezan a escribir después de instaurado el régimen democrático, en 1983. Como lo revelara la antología, Cambio climático. Panorama de la joven poesía boliviana (La Paz, 2009), que centra su estudio en poetas nacidos entre 1987 y 1976, hay una serie de nombres importantes y consolidados en la poesía nacional antes de lo que podría denominarse la nueva generación. Las obras de Benjamín Chávez, Mónica Velásquez y Paura Rodríguez, entre otros (los tres incluidos en Unidad variable), encuentra una primera atención en Unidad variable, que realiza la primera tarea para el estudio que estas obras demandan. Que la antología abra las brechas para pasar del encuentro al estudio, es cuestión, en primer lugar, de quienes la leen.
Tampoco podemos dejar de señalar el gesto que caracteriza con más intensidad a esta antología: el cruce de dos tradiciones poéticas distintas. Aunque la poesía es, al menos en nuestro medio, uno de los géneros que más se publica (lo que no es lo mismo que decir el género que más se promueve), poco podemos arriesgar si se trata de vernos como lectores de poesía. En Bolivia no se lee poesía, y esto no es novedad. En este contexto, donde las políticas de fomento a la lectura son casi nulas, es todavía más complicado hablar de poesía argentina, aún considerando que ésta no es una literatura completamente alejada de la nuestra. Así, encontrar las obras de los argentinos Hugo Mujica, Joaquín Giannuzzi, Diana Bellessi, Javier Adúriz, Jorge Aulicino y Daniel Freidemberg, junto a los más recientes Santiago Llach y Enrique Solinas, entre otros, es definitivamente un aporte que puede sugerir muchas lecturas en contraste con la poesía boliviana.
No está demás volver al apunte inicial, la imagen del estante que se materializa en la antología que arriesga dibujar las confluencias de escrituras, en este espacio, felizmente acomodadas lado a lado. Moviendo los libros de esta estantería real, que no imaginaria (nada lo es si de escribir leyendo se trata), encontrarse con una iniciativa de estas características es casi insólito. Por qué apostar por la poesía cuando nadie la lee, por qué arriesgarse en ella, en dos ámbitos pares pero no equivalentes. Que la respuesta sea la lectura y que el goce que no sea de pocos.
La antología Unidad variable ha sido presentada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en abril de 2011, y en las ferias de Santa Cruz de la Sierra, La Paz y Cochabamba. Ya está disponible en las librerías de Escaparate Cultural.
Poetas incluidos
BOLIVIA: Paura Rodríguez, Gabriel Chávez Casazola, Benjamín Chávez, Mónica Velásquez, Juan Carlos Ramiro Quiroga, Vilma Tapia, Juan Cristóbal Mac Lean, Cé Mendizábal, Gary Daher, Jorge Campero, Juan Carlos Orihuela, Humberto Quino Márquez, Eduardo Mitre, Marcelo Villena, Marcia Mogro, Matilde Casazola, Nicomedes Suárez, Jesús Urzagasti, Héctor Borda y Pedro Shimose.
ARGENTINA: Romina Freschi, Santiago Llach, Andi Nachón, Enrique Solinas, Paula Jiménez, Fabián Casas, Susana Villalba, Susana Cella, Dolores Etchecopar, María Teresa Andruetto, Mirta Rosenberg, Jorge Aulicino, Javier Adúriz, Jorge Paolantonio, Diana Bellesi, Daniel Freidemberg, Paulina Vinderman, Santiago Sylvester, Hugo Mujica y Joaquín Giannuzzi.
Reseña publicada en la librería virtual "Escaparate cultural"
BIBLIOTECA BOLIVIANA EN ARGENTINA
Cuando la burocracia política se evidencia aparecen estos proyectos
aislados o viceversa, a raíz de estos proyectos aislados se evidencia la
burocracia política. Lo concreto es, aislada o no (más bien en una
simetría de hermanos celosos), se inaugurará el próximo 9 de agosto la
Biblioteca Boliviana en Argentina.
Estas bibliotecas,
la argentina en Cochabamba y la boliviana en Salta, surgen como parte de
un acuerdo amistoso que nació en la 5ta. Feria Internacional del Libro
de Cochabamba (2011), en la cual Argentina fue país invitado, y forman
parte del proyecto "Obras completas de J. M. Gorriti".
La
biblioteca boliviana "Juana M. Gorriti" abrirá en la sede de la
Biblioteca Patrimonial de la Provincia de Salta "Dr. Victorino de la
Plaza", ubicada en Av. Belgrano 1002, Salta.
A través
del Consultado Argentino en Cochabamba, la Cámara del Libro de
Cochabamba y las autoridades bolivianas de Cultura, se proveerán las
obras que conformarán el fondo básico de autores bolivianos, al que se
sumarán los fondos ya existentes en la Biblioteca Patrimonial.
Saber que "Unidad variable"
(Bolivia-Argentina. Poesía actual. Editorial La Hoguera, 2011) juega en
la partida nos provoca una alegría particular. La frontera se corrió
hace rato, sólo resta asimilarlo en un diálogo de amigos confiados.
UNIDAD EN "LUNA ENLOZADA" /
El
jueves 2 de agosto compartimos poesía boliviana en "Luna enlozada", el
programa de APOA (Asociación de Poetas Argentinos), conducido por Silvia
Pastrana, Daniel Grad y la producción de Carolina Rodríguez.
Para escuchar el programa:
UNIDAD EN "EL OMBLIGO DE LA LUNA" /
Los miércoles no son todos iguales. Miércoles 25 de julio, a las 21 (hora argentina) vas a poder escuchar poesía latinoamericana desde internet por ARINFO a través de "el ombligo de la luna". Conduce: Luis Cruz. Norberto Butler e Ivan Espinoza.
Presentes la palabra de: Yume Riher (mexicana), Gabriela Migliano (argentina), Manuel Parra Aguilar (mexicano), Fredy Yezzed López (colombiano), Leidy Yaneth Vásquez (colombiana), Laura R. Martínez (argentina) con poemas de Marcia Mogro y Gabriel Chávez Casazola, entre muchos otros.
Para escuchar el programa: http://arinfoaudios.homeip.net/ombligo25072012.wmahttp:
VARIACIÓN DEL DIÁLOGO /
A un año de la publicación de“Unidad variable”, antología de poesía actual boliviana y argentina editada por La Hoguera (Bolivia), este texto hecho entrevista para conocer más las motivaciones y miradas del trabajo que hoy está circulando por Buenos Aires, Salta y las principales ciudades de Bolivia.
¿Qué es “Unidad variable”?
“Unidad variable” es
una muestra de poesía actual de Bolivia y de Argentina. En sí, el término lo
tomé de la Física, pero antes que por su
significado original -que no me atrevo a explicar-, el nombre permaneció porque
sugiere aspectos encontrados, algo que suena contradictorio y pide una segunda
reflexión. Un todo, unido, implica cierto reposo; y sin embargo, aseguro con
este título que tal cosa se mueve. Lo cierto es que hay un grupo de autores que
conforman una muestra y que esta muestra, para mí, tiene un aspecto variable.
Ese aspecto está dado por la lectura, que podría unir, de manera insospechada a
diversos autores incluidos (y por qué no, a los lamentablemente excluidos).
¿Cómo se planteó la antología?
Pensar en una
antología es pensar en un proceso de lectura. Encontrar un concepto que refleje
ese hecho –unido a un tiempo, a un escritor (escritura), a un lector (lectura)–
fue fundamental. Es difícil despegarse de la mirada de lector cuando se piensa
en una edición. El autor es muy valioso como tal, pero antes que nada es
lector. En algún sentido –sin querer caer en un relativismo absurdo– el autor
no será más especial por lo que escribe, sino por quien será leído. Por lo que
me pareció interesante comprender a la antología no como una célula de análisis
teórico sino como un espacio que refleje el curso por donde ha ido, y va
transcurriendo, la poesía de estas dos regiones. Como se sabe “toda antología
es un recorte”.
Y, ¿quiénes conforman este recorte?
En este caso, el
recorte está conformado por 42 autores (en igual número de bolivianos y
argentinos), 40 poetas a los que se suman Marimé Arancet Ruda y Rodolfo Ortiz,
quienes han escrito los textos introductorios por Argentina y por Bolivia, respectivamente.
Los autores concretamente son: Joaquín Giannuzzi, Héctor Borda, Pedro Shimose,
Jesús Urzagasti, Hugo Mujica, Santiago Sylvester, Matilde Casazola, Eduardo
Mitre, Paulina Vinderman, Daniel Freidemberg, Nicomedes Suárez, Diana Bellessi,
Jorge Paolantonio, Javier Adúriz, Humberto Quino Márquez, Mirta Rosenberg, Juan
Carlos Orihuela, Jorge Campero, María Teresa Andruetto, Gary Daher, Cé
Mendizábal, Dolores Etchecopar, Marcia Mogro, Susana Villalba, Juan Cristóbal
Mac Lean, Susana Cella, Vilma Tapia, Juan Carlos Ramiro Quiroga, Fabián Casas,
Marcelo Villena, Paula Jiménez, Enrique Solinas, Andi Nachón, Benjamín Chávez,
Mónica Velásquez, Santiago Llach, Gabriel Chávez, Paura Rodríguez y Romina
Freschi.
Para
seleccionarlos pasé de una lectura general a una particular. Comencé por
antologías, artículos periodísticos (entrevistas
principalmente) y acopié todos los libros que pude conseguir. En el caso de los
argentinos, además, agradezco la importante orientación de Enrique Solinas.
¿Con qué criterio se definió la edición?
En cuanto al criterio
general de selección, hubo dos consideraciones básicas: la temporal y la
geográfica (la binacionalidad). La primera determinó que todos los autores
hayan nacido entre 1925 y 1975. Todos tienen una indiscutida trayectoria en el
campo literario de su país, incluso en algunos casos del exterior y,
actualmente, salvo Joaquín Giannuzzi y Javier Adúriz -fallecidos-, están
produciendo. El resto de los aspectos que pudieran determinar la inclusión son
bastante personales y subjetivos. Quise que sea una muestra amplia de
diferentes escrituras, lenguajes y temáticas. Sin duda, todo eso quedó
atravesado por una lectura personal.
¿Por qué ese período?
Que la edición responda
a esa característica temporal lo atribuyo a cierta rebeldía que a veces siento
ante el carácter novedoso de las cosas. Dudo que la dinámica de un proceso radique en lo último. Por lo que acordé partir de
la época en la que se promueven las vanguardias latinoamericanas (década del
20) y concluir en lo que la actualidad toma como parámetro para señalar el
comienzo de la más nueva generación de autores (fines de la década del 70).
Ambas instancias están, por razones distintas, asociadas al concepto de novedad.
No obstante, el lapso que señala esos 50 años que componen la muestra, nos
permite leer a autores contemporáneos, maduros en sus ideas y sus lecturas.
¿Cuál fue la motivación de Bolivia - Argentina?
Sobre los países
limítrofes… me gusta pensar en una frontera (que está representada en la tapa)
como una franja permeable y más ancha que un límite lineal, jurisdiccional. Intuyo
que hay una frontera del lenguaje y diversas literaturas que se acercan y se
alejan de ella, que miran hacia esa particular frontera o hacia otro lado,
según el autor.
Ahora, que de entre
todos los limítrofes haya elegido a Bolivia es un poquito más arbitrario y
responde a que, por razones personales, conozco ambos ambientes literarios
cercanamente. Esto último es un dato que no viene a justificar el proyecto pero
que ha cumplido funciones prácticas; la más importante es que, pensado y
gestado desde Buenos Aires, haya sido concretado gracias a La Hoguera, una
editorial boliviana.
En algún sentido es
posible. En el prólogo que Alberto Hidalgo hizo en 1926 al “Índice de la nueva
poesía americana” se lee: “Bolivia no tiene representación en este libro debido
a que en mis afanosos viajes por los mares del mundo no me he encontrado con
sus costas. ¿Es que no existe?”. Es una sentencia demasiado dura para la
historia de la literatura boliviana en el contexto de los otros países
latinoamericanos, pero todavía hoy es válida en tanto señala un problema que
persiste en la relación entre los lectores y la distribución. Pienso que
literaturas como la boliviana, paraguaya, uruguaya, e incluso brasileña,
chilena o argentina, no circulan tan libremente más allá de sus fronteras, como
uno pudiera imaginar. La realidad es que hay determinaciones político-comerciales
que nos brindan más posibilidades de ir a Miami o a Madrid de compras que
encontrar un libro de Jaime Saenz o Elvio Romero en las librerías porteñas, por
dar un ejemplo. Espero que esta idea sólo se interprete en la preocupación de
cierta equidad en las posibilidades del intercambio cultural y no en una
deliberada transposición.
Pero si hay una intencionalidad de inclusión e intercambio,
¿por qué eso que pareciera una cuestión caprichosa al decir (y perdón que
vuelva sobre el tema) Bolivia - Argentina?
De haber pensado en el
comprador (en vez de lector) del libro, hubiera tomado más en consideración un
amable continente de inclusión -digamos, Latinoamérica-, antes que un eje de
tensión. Bolivia-Argentina no es sólo mi antojo, también es una polaridad de
miles de intercambios realizándose en tiempo presente. Esto es lo que, creo,
nos da la característica binacional: una voluntad de plantear la necesidad de
no generalizar, de enfrentar, finalmente, un diálogo directo y particular.
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